martes, 16 de diciembre de 2008

Anarquía


Nuestros adversarios tienen siempre a flor de labios una definición incisiva, llena de desprecio, de odio o de misericordia para hablar de la anarquía. Es una utopía, dicen unos; es una locura, agregan otros. Es la filosofía del crimen, arguyen los de más allá... Y son definiciones de esa especie o parecidas a las que circulan por la Prensa de gran tiraje, las que difunden las gentes de orden, las personas que se tienen por sensatas y juiciosas. No son mucho más exactas las que dan nuestros antiguos parientes, los socialistas de Estado, socialdemócratas y comunistas.Nos preguntamos a veces: ¿De dónde han podido sacar esos hombres argumentos para justificar sus siniestras definiciones de la anarquía? De nuestros libros, folletos y periódicos no es posible. De nuestros actos, tampoco. Quizá tengan en cuenta las extravagancias inevitables, las truculencias, los disparates de algunos anormales que pueden llamarse hoy anarquistas como mañana serán cualquier otra cosa e irán dondequiera que se permita una cierta expansión a su desequilibrio mental. Pero esos casos aislados, que pueden producirse bajo el manto de la anarquía, porque nosotros no tenemos porteros en nuestro movimiento para evitar la entrada de los indeseables, ni vigilantes y jueces para perseguir a los que, diciéndose anarquistas, denigran a la anarquía; esos casos aislados, decimos, no pueden explotarse con buena fe como expresión de nuestras ideas, de nuestra psicología y de nuestra conducta.Empero, es lo que se hace comúnmente; nuestros adversarios no quieren beber en las fuentes verdaderas de la anarquía, compenetrarse de sus verdaderos fines, conocerlos a fondo para combatirlos después, si tal es su deseo, con conocimiento de causa. Así se nos hace imposible toda discusión, pues en lugar de hacernos frente con razones de principio se nos ataca con insultos, con injurias de toda clase, con interpretaciones caprichosas y absurdas de nuestras aspiraciones.¿Qué es lo que queremos? Es tan amplio y tan puro que nuestro anhelo de renovación, que nos sería más fácil decir lo que no queremos, lo que daña la libertad y el sentido de justicia, lo que no deseamos.Lo que nosotros queremos es lo que ha querido a través de los siglos la parte más progresiva y digna de la humanidad. En todos los tiempos hubo minorías con una mayor sensibilidad ante la esclavitud y la barbarie, ante la injusticia y la mentira, y esas minorías han ido elaborando las nociones morales de la dignidad y de la libertad. La anarquía es esa veta roja de rebeldía y de progreso que recorre la historia y que, no obstante el peso muerto de las mayorías sin voluntad y sin comprensión, determina con mayor o menos dificultad los destinos humanos. Hay épocas en que el espíritu de libertad influye más poderosamente la marcha de la historia: son épocas de progreso; hay períodos en que los instintos de dominio, de guerra, de insolidaridad se manifiestan en primer plano: son períodos de regresión o de estancamiento. La historia gira entre esos dos polos, atraída hacia un lado o hacia otro.Nosotrxs encarnamos el polo de la libertad, el anhelo tradicional de las minorías que pugnaron siempre por la justicia; somos como el resumen, la síntesis de las diversas tendencias progresivas históricas, que se han ido depurando de errores, de contradicciones y de deficiencias.. No decimos con esto que la verdad absoluta está en nuestras manos, pero sí que, habiendo recogido la experiencia de los siglos, sin romper los lazos solidarios y fraternales que nos unen a los hombres de bien, amantes de la libertad y la justicia en todos los tiempos, combatientes de un mundo mejor, rebeldes a toda tiranía, no por nuestro mérito solamente, sino por haber venido al mundo más tarde y haber podido aprovechar el fruto de sus rebeldías, de sus experiencias y de sus afanes.Nos sentimos hermanos con todos los espíritus progresivos; la diferencia está en que algunos de ellos se encierran por el dogmatismo o por error en la ilusión de los progresos parciales, unilaterales, produciendo así un funesto desequilibrio. Por ejemplo, el progreso técnico unilateral, no acompañado por un progreso moral y social equivalente, aporta al mundo más desastres que beneficios. La realidad, por otra parte, ha puesto en evidencia que los progresos políticos sin el progreso económico y social son una piadosa mentira y que se reducen a simples cambios de nombre. Y también son la realidad y la experiencia las que nos dicen, que no hay ninguna revolución externa sin una previa revolución interna, en las conciencias de las minorías vanguardistas, cuando menos.La anarquía no es negación; es la filosofía más sólida del progreso, la más consecuente, la más armoniosa. Proporciona el avance y el perfeccionamiento de los hombres y las instituciones en todos los órdenes de la vida; eso presupone la afirmación de la libertad, de la libre iniciativa, del pensamiento y de las manos libres, porque un progreso que tiene por delante dogmas, credos cerrados, preconceptos autoritarios, no podrá ser más que parcial y deficiente.

Haciendo camino hacia un individuo nuevo

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